lunes, 15 de octubre de 2012

Para la próxima clase (Reconstrucción del hecho)

La próxima clase trataremos el tema "Reconstrucción del hecho". A continuación, el hecho que tendrán que reconstruir:

Fragmento de EL PADRINO (Mario PUZO)
 
Michael se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Entró en un cubículo y a continuación deslizó la mano por detrás de la cisterna. Palpó la pistola que estaba pegada a la pared, la sacó, la guardó en la cintura y se abrochó la chaqueta. Con el pañuelo borró las huellas digitales dejadas en el grifo y salió del baño.
Sollozzo estaba sentado en su silla, con la vista fija en la puerta del lavabo. Michael sonrió.
El capitán McCluskey estaba comiendo el plato de ternera y espaguetis que le habían servido. El hombre que estaba contra la pared opuesta suspiró aliviado al ver que Michael regresaba.
Volvió a sentarse y Sollozzo se inclinó hacia él. Michael, cuya cintura quedaba oculta por la mesa, se desabrochó la chaqueta y fingió que escuchaba atentamente las palabras de Sollozzo, aunque en realidad no comprendía nada de lo que le estaba diciendo. En su mente no había lugar más que para la tarea que estaba a punto de realizar. De pronto, en su mano apareció la pistola. En aquél preciso momento acababa de llegar el camarero, y Sollozzo volvió la cabeza para pedirle algo. Con la mano izquierda, Michael apartó la mesa, mientras su diestra, armada, quedó a dos palmos de la cabeza de Sollozzo. Se oyó un disparo. La bala practicó un orificio entre la frente y la oreja de Sollozzo, y cuando salió, la chaqueta del camarero quedó salpicada de sangre y de fragmentos de hueso. Michael se dio cuenta de que no era necesaria una segunda bala.     No había transcurrido más de un segundo cuando Michael apuntó al capitán McCluskey. El policía, atónito, parecía no darse cuenta del peligro que corría. Por un instante se quedó con el tenedor a medio camino entre el plato y la boca, observando a Michael con sorpresa. Michael no pudo evitar sonreír mientras se disponía a disparar contra él. El impacto fue defectuoso y de ningún modo mortal. Dio en el cuello de McCluskey, quien empezó a dar signos de ahogo, como si se le hubiera atragantado la ternera. Fríamente, con estudiada calma, el menor de los Corleone realizó un nuevo disparo. Esta vez la bala se metió en la cabeza de McCluskey.

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